lunes, 2 de marzo de 2020

Atardecer


Atardeceres que te arrancan la cabeza. Atardeceres que te llenan los ojos de lágrimas. Atardeceres tan perfectos que desatan una cantidad infrenable de sentimientos.
Atardeceres tan naranjas y amarillos que hacen brillar los ojos. Gire a la izquierda y estabas vos. Que me llevaste de la manito al techo del edificio solo a ver el atardecer. Tenía tanto vértigo que te sentaste conmigo en el piso y me empezaste a contar cosas tuyas y de cuantas veces te juntabas ahí con tus amigos. Gire a la izquierda y te tenía sentado al lado mío, agarrándome la manito, y mis ojitos brillaban por todo, y mi corazón estaba por explotar.
Ver atardeceres me llena tanto el alma y me hace sentir cosas tan lindas; me genera algo en la pancita, una sensación de satisfacción en el pecho. Mi cabeza vuela. Es una sensación tan similar a cuando nos reímos juntos y no podemos parar. Digo similar porque no hay nada que se compare a lo que me hace sentir el sonido de tu risa.
Veo el sol ponerse, entre el cielo naranja, y veo tu sombra al lado mío fascinada con el cielo. Veo tu sombra mirando la primera estrella que se asoma y preguntándome si para mi eso es una estrella o un planeta. Yo solo puedo observarte. Formas parte del paisaje. Parte de ese atardecer que me llena de amor.
Sos esos atardeceres que encontras por casualidad, y son más hermosos que cualquier otro atardecer que viste. Sos como esos atardeceres brillantes e irrepetibles, de esos que no podés dejar de ver, de esos que son únicos, de esos que podes ver en una ruta.
Mirarte a vos es como mirar un atardecer brillante e irrepetible, pero eterno.

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